DOBLE. EDGAR
COBIÁN
Once upon a time, in
days gone by, people lived a whole lot differently to now whether better or
worse, no one can say. But then everything changed on the day that first man
saw his own reflection ....
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Yes. ¡It is you! You
look like that ¿Do you like how you look like?
Svyato. Victor
Kossakovsky
Los últimos años la
obra de Edgar Cobián reconstruye su propia simbología, la que en un inicio
partió de ciertos elementos accidentados, pero frecuentes: la mano y el
guante, la ropa, el lenguaje de marketing (cultural), la presencia de algo
sónico, el estrobo, los colores del arcoiris y la alegría. Sus dibujos han
sido sobre personajes tristes en ocasiones, desquiciados y alegres como payasos
en otras. Con el paso del tiempo lo que parecían ser solo recurrencias
azarosas e inocentes, justificadas con una factura limpia y particular, ha
devenido en un contenedor de carga política, mucho más puntual y ácida.
Incluso la técnica, y la manufactura son políticas, porque las utiliza como
un disfraz. Cada elemento esconde tras de sí una presencia psicológica y
emocional, que en realidad hace referencia a la permeabilidad que el sistema
económico y político alcanza sobre características y cualidades individuales.
Doble es la
muestra más reciente de Cobián. Para su exposición anterior Se ha dicho
que la revolución no necesita al arte, pero que el arte necesita de la
revolución. Eso no es cierto. La revolución sí necesita un arte
revolucionario, en Guadalajara 90210, presentó tres piezas principales de
factura modesta y desparpajada pero con evocaciones directas a personajes
inscritos en la cultura pop, histórica y política de México: los doritos
nachos, Diego Rivera, el del billete de 500, La Paloma y Enrique Peña Nieto
presentados de acuerdo a la leyenda de los volcanes. El título es un chiste
casi local que se quedó en un apartamento, pero ahora sirve de preámbulo. En
Doble, no hay ningún vínculo directo con personajes o símbolos específicos
de lo histórico-político mexicano o latinoamericano como en obras previas.
Hay otros, sin rostro: aparecen accesorios adquiridos en los centros
comerciales de la ciudad, emblemas visuales o verbales, del pensamiento
progresista, humanista y de autoayuda, que las sociedades contemporáneas
urbanas, principalmente de clase media, consumimos como si fueran necesidades
básicas.
Doble, responde a un
ejercicio extendido por el Museo de Arte de Zapopan para repensar la
Duplicidad. La propuesta de Cobián es retomar la idea de la máscara, lo que
se usa para encubrir algo debajo, como el guante, la pulcritud, el color, la
cosmética. Esta muestra, que es más una instalación en la que esculturas,
dibujos, voces dentro de bocinas improvisadas conviven, se asemeja a un
escaparate. Y allí podríamos entrevernos a través de la proyección de
nuestras costumbres de consumo. Para Lipovetsky la posmodernidad se cifra sobre
un capitalismo ya no productivista, sino consumista; el centro de un nuevo
modelo antropológico. La revolución y la moral han quedado en el olvido,
porque ahora nuestras comunidades están constituidas por seres individualistas
para los que lo nuevo es lo antiguo. Narciso existe pero no sobre su reflejo,
porque ya no hay imagen en la cual regodearse. Existe como algo que flota,
solamente. Tras el vacío ideológico y el olvido de la conexión social, queda
la búsqueda incesante de un "sí mismo" y de un punto de referencia
volátil. Las vitrinas son el nuevo espejo imaginario e invocan la misma
pregunta sin cesar "¿te gusta cómo te ves?". Las personas solo viven
para sí mismas.